COCKTEL DE FAMOSOS
Derramo, por el dolor, Donoso llanto de máxima pena
y los estertores Huidobros de mi padecimiento aumentan
porque los Mistrales gritos de la conciencia claman tu retorno;
te suplico me des, al menos, una esperanza Nerudiana que vendrás.
Las flautas lastimeras de esta Eskármeta melodía laceran mi alma,
es por eso que sólo la luz Rokha y tenue del sol levanta el ánimo.
Desde que partiste, una Violeta tuya ha quedado sobre la Parra del jardín
para mi recuerdo.
No permitiré que ningún evento Arteche desmejore mi frágil ánimo.
Deseo que el tiempo Massone cure poco a poco mi aflicción,
y si por algún Skarpa motivo no fuese así, por favor no me culpes;
clamaré mi enojo al Pessoa destino para que me permita viajar Velíz
hasta el ansiado encuentro.
Voy a intentar que el Castro ritmo de vida repare el martirio
que me aqueja y el Nicanor océano con espuma de coral,
sane mi corazón, para que las Jaras del río me muestren
su natural belleza; de tal modo, el Teillier crepúsculo no fenecerá
y la Vicuña del desierto, pueda pastar tranquila
por los áridos parajes de mi Roja y atormentada conciencia.
UN DESEO HACIA LA ETERNIDAD
Amor mío, te percibo
a través de la nostalgia.
En flores de resignación
ha quedado mi amor por ti,
sublime huella en la lejanía.
Las letras del tiempo
claman añorantes tu presencia,
y yo, heme aquí, cabizbajo,
vestido con mi traje de color púrpura
complaciendo tu último deseo;
deseo adormecido,
trazo sin motivo al viento,
miel en sepultura,
dolorosa espina de rosa furtiva
que hieres la conciencia a la eternidad.
Te marchas, lo sé,
junto a la acompasada melodía
del grillo taciturno;
mi brisa marina,
suspiro al océano,
plástica inconclusa,
placer mortecino, te has ido.
Dónde estás plegaria e inspiración,
necesito el inconfundible
color de tu mirada,
mirada hecha corazón, deseo oculto
en el armario del cuerpo;
mientras que el alma sin sueño
me arropa con dulzura
y muestra una sonrisa delirante;
poema desvestido
entre sábanas de papel.
Te llevo en mí
como tatuaje en la noche,
montaña ilusión,
crepúsculo añorado;
y aún te veo ataviada
como luna adolescente
acariciando mis palabras,
ahora transformadas en sólo recuerdos
sobre los cabellos del universo.
Regresa a mí, faro intenso,
quita la tristeza y el hastío,
copa en profunda pena,
lágrima desnuda por el dolor.
Calma mi lamento herido,
lastimado por tu ausencia,
melancolía serena;
dile a los pájaros marchitos
alejen esta ave negra
que habita en mi conciencia
y deja que te adore siempre
sin importar que estés
dentro de ese pálido ataúd,
forrado por la ignominia del silencio.
Amor mío, nave de tormenta,
libro sin final;
te he dado, en nuestra despedida,
el más tierno de mis besos
henchido por la desolación,
y tú, obséquiame para mi congoja, al menos,
el tenue resplandor de tu presencia.
1 comentario:
Bien mi charro. Felicitaciones y saludos.
Francisca.
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